Desde los comienzos de la vida misma el hombre produjo objetos concretos a expensas de materiales diversos, para lograrlo debió acudir sin saberlo a transformaciones físicas y químicas variadas. La primera de esas transformaciones fue el fuego, a partir de él el hombre primitivo desarrolló un sinnúmero de producciones que fueron en realidad más casuales que intencionales y descriptivas.

Dada la magnitud y diversidad de testimonios encontrados que se refieren al período de La Química Práctica de la Antigüedad , se consideró, para su análisis, una categoría: La Etapa Artesanal y dos subcategorías: De las Propiedades de las sustancias y De las transformaciones de las sustancias.

El artesano antiguo empleó su instinto para satisfacer a través de los productos elaborados las necesidades básicas. Es así que, calentó, mezcló, midió y reconoció propiedades de sustancias utilizando métodos rudimentarios y no planeados. Pero al avanzar el tiempo el hombre comenzó a preguntarse ¿de qué están hechas todas las cosas?, y buscando respuestas a sus interrogantes se desarrolla la empiria que caracteriza la etapa artesanal.

Los aportes realizados por los artesanos, no son nada despreciables, ya que se comienzan a utilizar términos de un lenguaje que aún hoy en día nos resulta familiar, como por ejemplo, cinabrio, minio, oropimento, etc., al nombrar a minerales que no sólo aún utilizamos sino que figuran de esa manera en los más actuales textos de química.

Sin duda alguna indagar los aportes de estas culturas es importante; la esencia de las cosas, sus primeros estadios de análisis, sus avances y retrocesos, nos llevan a pensar que si bien es cierto hay pocas huellas que muestren una contribución perdurable en el tiempo, es imposible dejar de reconocer que todos los hechos considerados han posibilitado la constitución de los cimientos de la disciplina.