En el proceso de enseñanza-aprendizaje, generalmente, se prioriza aquella parte que involucra a la enseñanza, y la preocupación se centra en los objetivos a alcanzar, en los contenidos a enseñar y en los métodos a aplicar. Los docentes, solemos poner énfasis en la planificación de la asignatura y en la elección de la metodología de enseñanza y allí centramos los esfuerzos sin tener en cuenta que el éxito del proceso también depende del alumno, de sus diferentes maneras de aprender. Desde la práctica de la enseñanza, se escuchan voces de la docencia en general referidas a los numerosos problemas centrados en el alumno y que aún están irresueltos. Tales como la escasa motivación, la falta de atención, ausencia de integración del alumno a los objetivos culturales, la carencia de metodologías o estrategias didácticas que favorezcan la construcción del conocimiento, la participación y el protagonismo de los estudiantes en un contexto diverso. En base a lo expuesto se planteó el problema de investigación: ¿Se mejora el proceso educativo, cuando se adecua la metodología de enseñanza a los diferentes estilos de aprendizaje de los estudiantes? Al comenzar esta investigación, surgió la necesidad de disponer de una nueva clasificación de estilos de aprendizaje. Se trabajó, entonces, sobre la amplia base teórica consultada y se elaboró una propuesta nueva.